LA CRIDENS

Nuevo concierto de la Cridens –esta vez en la sala Moby Dick–, y nuevo éxito de público, pues mucha gente se animó a asistir a pesar de ser un martes. El pequeño y emblemático local, abarrotado, fue testigo de otra actuación con gancho que se abrió con lo acordes de Born on the Bayou, poco conocido tema de los Creedence (sale, por dar una referencia, en la banda sonora de El Gran Lebowsky) con atmósfera misteriosa, ideal para atraer al oyente sin descargar aún la adrenalina. Con la segunda, dispuestos todos a escuchar lo grande, vino Green River y los primeros cánticos grupales. En el anterior concierto la emplearon en el bis, y aquí volvió a sonar como disparada por un cañón. A ésta le siguieron Suzie Q, tema de aparente sencillez pero de gran dificultad, y otras como Who´ll Stop the Rain, Hey Tonight, Looking at My Backdoor y la sublime Lodi.
¿Qué se puede decir de la banda que no se haya dicho en anteriores críticas? Al éxito de asistencia se le une, como es lógico, una capacidad mayor de actuar conjuntamente. Un ejemplo muy concreto servirá de ilustración: al concluir en concierto, me acerqué a felicitar al guitarrista por su solo en I Heard it Through the Grapevine, pero él me reconoció que había estado poco inspirado. El cantante me habló en términos semejantes de su papel esa noche. Cuando el público se mete en el concierto y tú sientes que podrías hacerlo mejor, y a pesar de todo la gente no se percata, tu nivel de oficio es más que suficiente para tocar en donde sea y como sea. Pues así ocurrió este martes. El público se fue entregando bastante, cada vez más, y tras una serie de canciones menos populares pero necesarias (Good Golly Miss Molly, Cotton Fields, Graveyard Train, Walk On the Water, etc…), se acercó la traca final y todo el mundo cantó Up Around The Bend, Bad Moon Rising, Proud Mary y la celebérrima Have You Ever Seen the Rain. La última canción del concierto antes de Fortunate Son y del bis, la bellísima Long as I Can See the Light, fue esta vez acompañada por una armónica en lugar de por un saxo –como en la original– o por una guitarra eléctrica –como en el anterior concierto–, lo que le dio al tema un toque sureño muy lejano al jazz, convirtiendo así ese canto a la desesperanza nostálgica en un llanto nocturno que muy bien podría llorarse con una cerveza budweiser en un mano, y toda la llanura del sur de Alabama por delante.
El bis provocó la euforia habitual, y todo concluyó con una gran sensación de haber disfrutado de la buena música, de nuevo excelentemente interpretada.